viernes, 1 de abril de 2011

Andén 31 capitulo 2 parte a

CAPITULO 2
Todo seguía igual aquella mañana por las praderas de Green Hill. Lisa caminaba por los embarrados caminos hacia el establo en el que se encontraba su padre trabajando, tal y como ella había supuesto.
El establo era una enorme construcción de madera adosada a la parte derecha de la casa. Tenía tres plantas, a las que se accedían por medio de unas pequeñas escalerillas de madera clara. Cada planta tenía una función. Su padre se había encargado de organizarlo todo de manera en que cada cosa tuviese un lugar propio, sin que molestase a las herramientas animales…
Abajo, se encontraban las cuadras de los caballos, con todos los útiles necesarios para cuidarlos: Bridas, estribos, sillas de cuero…La familia de Lisa poseía dos hermosos animales. Una imponente yegua baya, llamada Luna que era de ella y un enorme caballo alazán negro como el carbón llamado Diablo que pertenecía a su padre.
 Los dos caballos convivían con otros animales que eran muy importantes para el mantenimiento de una parte del negocio familiar. Las gallinas. Los huevos de la granja del famoso John de Green Hill eran conocidos por todo Tennessee, por su tamaño excesivo y por su calidad. Había varias docenas de gallinas pululando alrededor de las patas de los caballos. Cada vez que una se acercaba demasiado y picoteaba donde no debía, se llevaba una buena coz.
-Así se mantiene la paz en la república independiente de la granja- Pensó Lisa acordándose de un anuncio que había escuchado esa mañana por la radio.
Su padre estaba agachado colocándoles unos vendajes en las patas a los caballos. Unas largas heridas se prolongaban por las patas de Luna, la yegua blanca.
-¿qué le ha pasado?-preguntó Lisa.
John levantó la cabeza un momento de su trabajo y palmeó suavemente las vendas de la yegua.
-Ayer por la noche escapó- dijo – debió de cortarse con alguna planta. La encontré aquí sangrando esta mañana. No parece muy grave pero tendrá que recuperarse durante un par de días.
-¿No pudo ser ningún animal?-Preguntó Lisa mirando hacia las extensas colinas que se fundían con el horizonte. –Por allí puede haber lobos o quizás alguna serpiente ¿no?-preguntó.
-No creo que fuese una serpiente puesto que no tiene veneno en las heridas, pero a lo mejor tienes razón con lo del lobo.-pensó mientras se rascaba la barbilla.- Pudo cercarse demasiado al bosque y atacarle alguno…
-Bueno. Lo importante es que esté bien- dijo ella mientras se acercaba y acariciaba el lomo de su fiel animal.-
-Sí, tienes razón-concluyó John-anda sube arriba y ordena un poco la última planta, que está algo desordenada. No subes allí desde que mamá…bueno ya sabes, desde hace tiempo.-Dijo suspirando.
Lisa asintió  levemente y se dirigió con paso vacilante, para no pisar ningún charco, hacia la pequeña escalera de madera, fija a la columna central que sujetaba todas las vigas de madera que mantenían el techo de la planta baja.
En la primera plante estaban los animales, puesto que ellos no podían subir las escaleras. En la segunda se almacenaban materiales y una gran montaña de balas de paja amarillenta se almacenaba en más de la mitad de la primera planta.
Lisa esquivó dos o tres herramientas y volvió a subir por la escalera de caracol que llevaba a la última planta.
Allí no había rastro de pienso, ni de paja. Del techo colgaban unos coloridos  farolillos de papel lila y azul. Unos amplios velos de color verde, cubrían las ventanas acristaladas con vidrio de colores.
 La pared oeste estaba compuesta totalmente por una gran ventana de cristal. Desde allí había presenciado cientos de veces el atardecer junto a su madre.
Junto a los farolillos del techo colgaban pequeños móviles de campanitas que sonaban cuando el viento entraba por una de las ventanas de colores. Aquellas ventanas eran una de las cosas preferidas de Lisa. Su padre había conseguido unir decenas de trocitos de vidrio coloreado de la vieja iglesia del pueblo y los había colocado en las altas ventanas de su establo. Así cada vez que daba el sol por alguna ventana esta daba una luz de colores en cada momento del día diferente. Por la mañana los colores naranja y amarillo alumbraban cálidamente toda la estancia. Al medio día los verdosos y amarillos convertían la última planta en un hermoso jardín verde. Al atardecer todo se volvía azulado y con tonos lilas y rosados, y finalmente, al ponerse el sol, la luz entraba por el gran ventanal transparente, para que fuesen los colores del sol los que tiñeran el ambiente. En ese momento la luz rojiza indicaba que el sol acababa de salir.
 Las oscuras vigas del techo estaban tapadas por grandes enredaderas que trepaban por una de las paredes interiores, ellas le daban al establo  el aspecto de una selva. Finalmente, una enorme jaula dorada llena de pajaritos de colores que cantaban suavemente, remataba una luminosa esquina de la amplia planta del establo.
Lisa avanzó lentamente y comenzó a limpiar toda aquella planta. Pequeñas hojas secas de la enredadera ensuciaban el suelo y también tendría que limpiar la jaula de los pájaros y el gran ventanal.
Cogió todo lo que necesitaba de un pequeño armario y puso su CD de música favorita en una pequeña mini-cadena que estaba sobre una cómoda de madera, a la derecha del ventanal lila.
Las notas de la melodía inundaron la habitación poco a poco y bailando lentamente al son de la música dejó todo aquello brillante como si no hubiera pasado el tiempo. En ese momento, las luces verdosas sustituían a las rojas, lo que indicaba el la llegada del medio día, y sobre todo, del almuerzo.
Apagó la música rápidamente y guardó todos los útiles de limpieza en el armario pero justo cuando se dirigía hacia la escalera de caracol reparó en un alto rulo de tela apoyado junto al ventanal rojizo de la mañana. Se acercó con curiosidad y lo extendió con cuidado por el suelo.
Era una enorme alfombra con diseños de colores. Muy parecidos a los de las ventanas. La alfombra ocupaba totalmente el suelo de madera, pero como  lisa le gustaba la dejó ahí extendida puesto que así, podría andar descalza por allí sin riesgo alguno de clavarse una astilla.
Se colocó al borde de la escalare y con un suspiro de aprobación pasó la mirada por encima a toda la planta. Las ventanas, brillaban tras haberles quitado el polvo, la enredadera comenzaba a dar unas bonitas flores blancas que perfumaban la habitación, la jaula de los pájaros estaba totalmente limpia, los enormes velos de colores estaban perfectamente sujetos alrededor de las ventanas entre los farolillos y las campanillas plateadas, y aquella bonita alfombre recientemente descubierta cubría todo el suelo dándole color a la habitación.
-Perfecto-dijo satisfecha. Y con alegría bajó las escaleras pensando en qué iba a preparar para comer.

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