jueves, 31 de marzo de 2011

capitulo 1 parte: b

capitulo 1 b


“WHATEVER HAPPENS, I´LL LEAVE IT ALL TO CHANCE
HEARTACHE, ANOTHER FAILED ROMANCE
ON AND ON, DOES ANYBODY KNOW WHAT WE ARE LIVING FOR?
I GUESS I´M LEARNING
I MUST BE WARMER NOW
I´LL SOON BE TURNING
ROUND THE CORNER NOW
OUTSIDE THE DAWN IS BREAKING
BUT INSIDE IN THE DARK I´M ACHING TO BE FREE
THE SHOW MUST GO ON
THE SHOW MUST GO ON “
Las notas de la canción  fueron fluyendo poco a poco a través de los recovecos de la mente dormida de Lisa. Al principio le parecían sonidos confusos, pero a medida que ella se despertaba, la música comenzaba a tomar forma. Era un tema antiguo pero ella lo conocía, antes no le había prestado mucha atención, pero ahora la letra le resultaba dolorosamente familiar
 CUALQUIER COSA QUE PASE, LO DEJARÉ AL DESTINO
OTRO DOLOR DE CABEZA, OTRO ROMANCE FALLIDO
SIGUE Y SIGUE, ¿ALGUIEN SABE PARA QUÉ ESTAMOS VIVIENDO?
CREO QUE ESTOY APRENDIENDO
DEBO SER MÁS CÁLIDO AHORA
PRONTO TORCERÉ
LA ESQUINA, AHORA
AFUERA EL AMANECER SE ESTÁ DESHACIENDO
PERO EN LA OSCURIDAD DEL INTERIOR, SUFRO PARA SER LIBRE
EL ESPECTÁCULO DEBE CONTINUAR
EL ESPECTÁCULO DEBE CONTINUAR

Estiró los brazos para terminar de despejarse pero no se levantó de la cama. Entornó los ojos y se concentró en la música que su radio-despertador escupía con velocidad. Cada frase que sonaba, se le clavaba en lo más profundo del corazón. “The show must go on” repitió para sí misma. El espectáculo debe continuar.  El último acorde se quedó flotando sobre ella sumiéndola en el pasado.
En seguida la emisora de radio comenzó a emitir otra canción que le pareció horrorosa, en comparación con aquella que la había hecho volar lejos. Volar junto a su madre. Pero eso era imposible, ya que no la volvería a ver en su vida. Jamás.
Apagó la radio sumergida en sus recuerdos mientras intentaba alisar la cascada de pelo color caoba que le caía por la espalda, algo revuelto a causa de sus agitados sueños. Se levantó lentamente de la cama para terminar de aclarar sus pensamientos. Fue al baño y se miró al espejo. Un rostro de piel dorada a causa del sol, y unos oscuros ojos negros le devolvieron la mirada. Se quitó la arrugada camiseta de tirantes que usaba a modo de pijama y la tiró lejos, con desgana, hacia la enorme pila de ropa que se acumulaba delante de su armario. En su lugar se puso una ajustada camiseta color azul cielo. Se ciñó unos vaqueros desgastados y con resignación abandonó la desordenada habitación. Bajó las destartaladas escaleras de madera vieja mientras trataba de esquivar los pequeños grupos de astillas que se acumulaban en algunos escalones. Sonrió para sí misma, ya que su madre había tratado de lijar aquellas maderas tan desiguales cuando se mudó a vivir  allí, a la antigua casa de campo de su marido, y como no era una experta precisamente en la carpintería obtuvo como resultado unos escalones lleno de pequeñas trampas para los pies descalzos de los ingenuos que subían a toda prisa la escalera. Llegó al salón y lo encontró vacío, aunque no le sorprendió en absoluto no ver a su padre por allí, puesto que la vida en los campos de Green Hill no era para nada descansada. Su padre estaría en los establos cepillando a sus dos caballos o dándole de comer a las gallinas, o incluso cultivando alguna nueva planta en las praderas cercanas a su casa. Nadie conocía aquellas extensas praderas tan bien como su padre. Él se había criado allí por lo que conocía cada atajo entre las pequeñas colinas rocosas, cada cultivo de los enormes terrenos naturales que los rodeaba, cada tipo de flor que perfumaba el ambiente, su ambiente.
Cogió un pequeño cuenco de un armarito con puertas de cristal, lo llenó de cereales y leche y comió lenta y pausadamente, masticando cada cucharada. No tenía prisas por salir y embarrarse entre los establos. Aquel era su último fin de semana de vacaciones y no iba a desperdiciarlo. El lunes comenzaría su nuevo trabajo como contable en uno de los bancos más importantes del país, el impresionante Connor National Bank.  Se había graduado un año antes gracias a su asombrosa inteligencia. Era una chica muy perspicaz y curiosa. Había terminado sus estudios obligatorios en apenas dos años, y se había licenciado en la universidad de economía de la ciudad en otros dos. Ahora sus compañeras de instituto debían de estar preparándose los exámenes de la universidad.  Y ella estaba a punto de empezar su primer trabajo. Le habían dicho que su nueva oficina se encontraba en Miami y como estaba lejos de su casa era necesario coger un tren, aún así el viaje era de varias horas. Por ese motivo había estado a punto de rechazar tan buena oferta. No se había planteado volver a la Estación de Unión de Saint Louis, que tan malos recuerdos le traía. Pero prefería no pensaren ello. Su vida debía seguir su curso. No podía quedarse atascada en el pasado junto a la imagen de su madre. No podía abandonar a su padre, ni a su nuevo trabajo. Todo debía seguir  tal y como estaba porque de nada servía anclarse.                                          “No puedo hacerle eso a mi familia” pensó mordiéndose el labio inferior “Por ellos debo de seguir, aunque todavía duela el recordar a mamá” se animó un poco,” por ellos.” “The show must go on”  recordó.
-sí….-susurró- ..........el espectáculo debe continuar.

martes, 29 de marzo de 2011

Andén 31 capitulo 1 parte a


CAPITULO 1    PARTE:  A
Un grito rasgó el silencio nocturno  que se cernía sobre una granja situada a las afueras de Green Hill.
John se levantó a toda prisa del sillón en el que se había quedado dormido mientras veía un partido de beisbol comiendo pizza. Sin ponerse las zapatillas subió las escaleras de madera hasta llegar a la habitación de su hija que se removía en pesadillas. Su largo pelo marrón rojizo se esparcía en cascada por la almohada y su rostro se crispaba en una mueca de horror y de desesperación. Su frente estaba perlada de gotas de sudor y sus manos estaban apretadas con tanta fuerza que casi se quedan si circulación
John lo tenía ya asumido. Su hija solía debatirse en pesadillas desde que su madre había muerto hace dos meses. Tuvo que ser algo horroroso para ella presenciar como su madre caía a la vía del tren y era arrollada por este. Estuvo en estado de shock durante medio mes y casi ni comía ni hablaba…y por las noches las pesadillas se cernían sobre ella como oscuras sombras del pasado.
-Cariño, despierta - le susurró al oído con ternura – solo es una pesadilla.
La chica se removió aún en sueños. John lo intentó de nuevo.
-Lisa, ya está - le dijo algo más fuerte – Estoy aquí contigo – le susurró no sin cierta pena.
En ese momento Lisa abrió los ojos. Y la mirada que le lanzó a su padre hizo que este se estremeciese de pura pena. Aquellos hermosos ojos oscuros reflejaban una profunda tristeza. Un vacio oscuro que él sabía perfectamente que por mucho que lo intentase no iba a conseguir llenar.
-He vuelto a soñar con mamá- dijo ella con voz ronca
-Tranquila – la intentó consolar- ya pasó todo, yo estoy aquí.
Cualquier persona creería que aquel comportamiento no era propio de una chica de su edad. A sus veintiún años debía de haber pasado la época de las pesadillas. Cualquier persona ajena a aquella familia pensaría que era un claro acto de inmadurez el levantarse por la noche sacudida por malos sueños.
Pero muy pocos conocían el grave impacto que había provocado en la chica el presenciar la muerte de su madre. Una de aquellas personas era John. Para él también había sido muy duro afrontar la muerte de su mujer, con la que había estado casado durante veinticinco años. Pero no se podía imaginar el oscuro dolor que recorría el corazón herido de Lisa.
-No consigo olvidar aquel momento- le susurró Lisa aún temblando, ajena al torbellino de emociones que recorrían el alma de su padre.
-No pienses más en ello- dijo él
-No puedo olvidar…-volvió a murmurar entre sollozos
-Tranquila - dijo mientras la abrazaba
-No puedo…-dijo
John apoyó la espalda en el cabecero de la cama de su hija. En su regazo descansaba la cabeza de ella, con la mirada perdida entre las oscuras vigas de madera del techo. Acariciaba rítmicamente el rostro de su hija mientras tarareaba una antigua canción que había aprendido de su abuela cuando él era niño.
Las lágrimas de la joven se derramaron como una cascada salada por sus mejillas. Poco a poco sus ojos se fueron cerrando hasta sumirse de nuevo en un nuevo sueño sin horrores. Un sueño en el que las canciones de su padre funcionaban contra las pesadillas.
John no se dio cuenta de ello hasta que no orientó su rostro hacia la chica. Pasó su dedo suavemente por la pequeña línea rosada en forma de media luna que marcaba la sien derecha de Lisa. Una reciente cicatriz que le recordaría de por vida a la chica el momento de la muerte de su madre.
John alzó la mirada mientras parpadeaba varias veces para contener las lágrimas. Miro a su alrededor y descubrió los marcos de fotos de las estanterías de su hija. En algunas aparecía ella sola, en otras con sus amigos incluso había algunas en las que su propio rostro le devolvía la mirada.
Pero en ninguna foto, en ningún marco se encontraba la foto de su mujer. Al parecer, Lisa había guardado todas las fotos con excesivo cuidado para no perderlas de vista ni un solo instante. El mero hecho de que la presencia de su madre la abandonara debía aterrar de tal modo a la chica que había provocado tal reacción con respecto a sus recuerdos.
Dirigió su mirada hacia la ventana en la que se observaba un pequeño trozo de cielo cuajado de estrellas. La luna lo observaba ajena a su vida.
-Te has marchado demasiado pronto…-susurró- demasiado pronto…
Y con un leve suspiro se levantó y se dirigió a su cuarto sumido en sus pensamientos.

lunes, 28 de marzo de 2011

Andén 31 prólogo

                PROLOGO
Una intensa luz se cercaba a las  dos personas que esperaban tranquilamente la llegada del tren. Pero yo sabía lo que iba a ocurrir, porque lo había visto tantas veces…Un sonoro pitido rompió el silencio que nos rodeaba. Estábamos solas y no había nadie cerca. Nadie que pudiese escuchar mis desesperados gritos de socorro que inútilmente tratarían de salvar a la herida.
Me sentía impotente. Como si un gran titiritero manejase nuestras vidas. Como si estuviésemos amarradas por los brazos y piernas. Como si tuviésemos que hacer obligatoriamente la misma atroz representación del pasado. Nosotras dos éramos las protagonistas, aunque todavía faltaba un tercer actor, el definitivo.
La escena ocurrió como yo había predicho. Un hombre que llevaba una oscura cazadora de cuero negra se acercaba corriendo por los límites entre la vía y el andén. Cubría su rostro con una media negra y en sus sucias manos llevaba un bolso. Detrás de este individuo, unos guardias lo perseguían con sendas porras en sus manos.
Pero yo sabía que no conseguirían atraparlo. Presencié la escena apenada, con lágrimas en los ojos.
El encapuchado se dirigía hacia nosotras y le taponábamos la única vía de escape posible. A mí me dio tiempo de apartarme del camino del hombre, aún así, mi cabeza chocó fuertemente contra una columna. Pero a la mujer que me acompañaba no le dio tiempo. Como tantas otras veces, el encapuchado empujó violentamente a la mujer que le obstruía el camino de salida. Esta perdió el equilibrio a causa del gran golpe recibido.
Y ocurrió como lo había hecho tantas veces.
La mujer tropezó y con un grito de horror calló a la vía del tren golpeándose la cabeza. Aquello yo ya lo había vivido, pero mi maldición era volver a presenciarlo una y otra vez.
El tren se acercaba a toda velocidad. Grité con todas mis fuerzas el nombre de mi acompañante pero yo sabía que eso no arreglaría las cosas. No veía nada a causa del velo de lágrimas que cubría mis ojos. Pero no hacía falta que lo viese. Sabía lo que iba a ocurrir delante de mí. Escuché al tren frenar, pero estaba demasiado cerca y no tenía suficientes metros de vía para poder parar.
Los vagones se apretujaron unos contra otros a causa del brusco descenso de velocidad. Pero no fue suficiente.
Observé, una vez más, atónita como el tren pasaba por encima de la mujer de la vía. Que con un grito de pánico, sentenció su muerte.
Volví a gritar su nombre pero en seguida noté que la vida había abandonado aquél cuerpo desmadejado y roto como una muñeca vieja. La sangre se esparcía como un manto carmesí sobre el tosco asfalto en el que se sostenían los raíles del tren.
Solo pude susurrar otra vez su nombre. En un inútil intento de correr hacia ella.
Los siguientes momentos pasaron ante mí de forma distorsionada y solo recuerdo detalles puntuales. Recuerdo a varias personas intentando apartarme del mutilado cadáver que descansaba sobre las vías del tren.
Recuerdo  un agudo dolor en la sien derecha, un espeso riachuelo rojo que caía por mi frente hasta perderse por mi cuello. Pero a mí nada me importaba ya.
Llegó una ambulancia y me subieron a ella mientras trataban de detener la hemorragia que fluía de mi cabeza. Parecía que el golpe era más grave de lo que yo creía.
Unas enfermeras se acercaron a mí a toda velocidad y me rodearon la cabeza con unas vendas blancas, que en seguida se empaparon de la sangre que mi cuerpo expulsaba.
Después de eso solo recuerdo que me hundía en la oscuridad…La luz se alejaba de mí. Y al final solo reconocía a una persona, la misma persona a la que el tren había atropellado.
-mamá…-pude susurrar
En ese momento mi cabeza no lo soportó más, y me desmayé.