lunes, 28 de marzo de 2011

Andén 31 prólogo

                PROLOGO
Una intensa luz se cercaba a las  dos personas que esperaban tranquilamente la llegada del tren. Pero yo sabía lo que iba a ocurrir, porque lo había visto tantas veces…Un sonoro pitido rompió el silencio que nos rodeaba. Estábamos solas y no había nadie cerca. Nadie que pudiese escuchar mis desesperados gritos de socorro que inútilmente tratarían de salvar a la herida.
Me sentía impotente. Como si un gran titiritero manejase nuestras vidas. Como si estuviésemos amarradas por los brazos y piernas. Como si tuviésemos que hacer obligatoriamente la misma atroz representación del pasado. Nosotras dos éramos las protagonistas, aunque todavía faltaba un tercer actor, el definitivo.
La escena ocurrió como yo había predicho. Un hombre que llevaba una oscura cazadora de cuero negra se acercaba corriendo por los límites entre la vía y el andén. Cubría su rostro con una media negra y en sus sucias manos llevaba un bolso. Detrás de este individuo, unos guardias lo perseguían con sendas porras en sus manos.
Pero yo sabía que no conseguirían atraparlo. Presencié la escena apenada, con lágrimas en los ojos.
El encapuchado se dirigía hacia nosotras y le taponábamos la única vía de escape posible. A mí me dio tiempo de apartarme del camino del hombre, aún así, mi cabeza chocó fuertemente contra una columna. Pero a la mujer que me acompañaba no le dio tiempo. Como tantas otras veces, el encapuchado empujó violentamente a la mujer que le obstruía el camino de salida. Esta perdió el equilibrio a causa del gran golpe recibido.
Y ocurrió como lo había hecho tantas veces.
La mujer tropezó y con un grito de horror calló a la vía del tren golpeándose la cabeza. Aquello yo ya lo había vivido, pero mi maldición era volver a presenciarlo una y otra vez.
El tren se acercaba a toda velocidad. Grité con todas mis fuerzas el nombre de mi acompañante pero yo sabía que eso no arreglaría las cosas. No veía nada a causa del velo de lágrimas que cubría mis ojos. Pero no hacía falta que lo viese. Sabía lo que iba a ocurrir delante de mí. Escuché al tren frenar, pero estaba demasiado cerca y no tenía suficientes metros de vía para poder parar.
Los vagones se apretujaron unos contra otros a causa del brusco descenso de velocidad. Pero no fue suficiente.
Observé, una vez más, atónita como el tren pasaba por encima de la mujer de la vía. Que con un grito de pánico, sentenció su muerte.
Volví a gritar su nombre pero en seguida noté que la vida había abandonado aquél cuerpo desmadejado y roto como una muñeca vieja. La sangre se esparcía como un manto carmesí sobre el tosco asfalto en el que se sostenían los raíles del tren.
Solo pude susurrar otra vez su nombre. En un inútil intento de correr hacia ella.
Los siguientes momentos pasaron ante mí de forma distorsionada y solo recuerdo detalles puntuales. Recuerdo a varias personas intentando apartarme del mutilado cadáver que descansaba sobre las vías del tren.
Recuerdo  un agudo dolor en la sien derecha, un espeso riachuelo rojo que caía por mi frente hasta perderse por mi cuello. Pero a mí nada me importaba ya.
Llegó una ambulancia y me subieron a ella mientras trataban de detener la hemorragia que fluía de mi cabeza. Parecía que el golpe era más grave de lo que yo creía.
Unas enfermeras se acercaron a mí a toda velocidad y me rodearon la cabeza con unas vendas blancas, que en seguida se empaparon de la sangre que mi cuerpo expulsaba.
Después de eso solo recuerdo que me hundía en la oscuridad…La luz se alejaba de mí. Y al final solo reconocía a una persona, la misma persona a la que el tren había atropellado.
-mamá…-pude susurrar
En ese momento mi cabeza no lo soportó más, y me desmayé.

No hay comentarios:

Publicar un comentario